Cartel Dystopia
Dystopia, de Juan Pablo Mendiola (2016)

“Sé lo que necesitas. Un leve balanceo. Un pequeño impulso que te ponga en movimiento.”

Un fragmento de una habitación inacabada, en medio de ninguna parte. Un Ford Escort del 84 en la carretera, de noche, sin un destino final. La salida de un karaoke. Tres espacios, tres historias que se cruzan para construir un puzle formado por dos únicos personajes. Nos adentramos en un laberinto emocional en el que memoria, realidad y ficción están en constante lucha. Nuestros personajes están también en construcción. ¿Qué haces cuando crees vivir en un presente que no es el que te pertenece?

Nos embarcamos en un viaje en busca de una realidad ideal. En palabras de su autor, "el espectáculo nos muestra la necesidad que tenemos de construir una realidad paralela cuando aquello que nos rodea se descompone a trozos, cuando nuestro presente nos parece un futuro distópico de nuestro pasado”.

Una historia que habla del miedo a tomar decisiones y de la necesidad de hacerlo, para que algo cambie. La chica de tus sueños se escapa y decides no hacer nada.
Una y otra vez.

DYSTOPIA profundiza en la búsqueda de un lenguaje propio en el que se cruzan dramaturgia, danza, live cinema y video mapping para dar forma a este rompecabezas escénico con un final sorprendente.

dramaturgia / dirección / videoescena 
Juan Pablo Mendiola
intérpretes
Cristina Fernández Pintado / Àngel Fígols
coreografía
Cristina Fernández Pintado
ayudante dirección / producción
Joan Ballester
música / espacio sonoro
Damián Sánchez
escenografía
Los Reyes del Mambo
diseño vestuario / caracterización
María Almudéver

diseño iluminación
Manuel Conde
motion graphics
José Ábalos / Laura Cuello
diseño / programación sistema video
Manuel Conde
técnicos audiovisuales en gira
Manuel Conde / Juan Pablo Mendiola
cartel / programa de mano
Assad Kassab
fotografía
Jordi Pla
grabación video
José Ábalos / Laura Cuello

distribución nacional
A+, soluciones culturales
producción ejecutiva
Margarita Burbano
producción
PanicMap - Proyectos Escénicos
colabora
Las Naves - Espai d’Innovació i Creació 
IVC - Institut valencià de Cultura
INAEM - Ministerio de Cultura y Deportes
Àrea de Cultura - Ajuntament d'Alboraia
Ajuntament de València
agradecimientos
Blanca Torres / Flavio Burbano / Ana Campos

  Festivales y ferias

  • MADFeria 2017

  • Escena Abierta Burgos 2017

  Menciones

  • Finalista Premio AAPV ’17 - Mejor Interpretación Femenina (Cristina Fernández)

Reseñas

Mendiola crea un espectáculo donde teatro, tecnología y coreografía se unen para buscar nuevas formas de expresión. El resultado es con frecuencia de una belleza sorprendente , cercana a una obra de videoarte. Esa pared de la casa que se agrieta y se desconcha, esa cabeza que se vuelve múltiple, el baile de ella sobre esas operaciones matemáticas proyectadas lumínicamente o el cuadro de Dalí (« Una muchacha mirando al mar ») que muta y se transforma. Mendiola no utiliza estos recursos de manera formalista sino como recurso para hablar de nuestra inestabilidad. Y, naturalmente, para señalar la estética que puede expresarla, una estética cuántica que parece ser uno de los lenguajes de nuestro tiempo.

(…)El trabajo interpretativo que exige este artefacto es grande y tanto Cristina Fernández como Àngel Fígols están a l a altura del reto. Eso significa que hay un vaciado físico y mental, una tensión que está muy bien resuelta por ambos actores. En Mendiola tecnología y teatro son uno, sobre todo porque sabe que la tecnología, mediante la sublimación de lo imaginario (la ciencia es también parte de la imaginación, como ocurre en las mejores ficciones de nuestro tiempo) pone en cuestión las ideas culturalmente institucionalizadas de tiempo, espacio, identidad o realidad. Una poderosa propuesta.

Óscar Brox
(Revista Détour)

Con Dystopia, Mendiola y PanicMap han creado un pequeño espectáculo teatral para reflexionar sobre la plasticidad del Yo, sus límites y sus contradicciones, en un mundo contemporáneo acostumbrado a encontrar en la tecnología el mejor soporte para volcar cualquier clase de pensamiento, desde lo más importante a lo más insignificante.

De ese desafío cognitivo, tan caro a los experimentos metanarrativos, nace una función que utiliza las herramientas y los nuevos formatos de manera intuitiva y sobria, cediendo al espectador la potestad de discutir los límites y el contexto de ese mundo de repeticiones, lagunas y angustia en el que los personajes se hallan sumidos. Un viaje al fondo de la mente en el que son los cuerpos en danza y las palabras encadenadas los que arrojan un poco de luz en el camino.


Juan Pablo Mendiola no solo ha escrito un texto atrevido e inteligente, sino que ha dirigido un montaje coherente y sumamente preciso, exacto en su ejecución. Es decir, juega con los elementos y los medios con absoluta maestría ensamblando las imágenes con la palabra y la expresión corporal.

El espectáculo funciona como una performance que maravilla por la magia que transmite. Las proyecciones se entrelazan con la realidad creando ilusiones espaciales y escenográficas que dialogan con los conceptos espacio / tiempo que sirven de hilo conductor.

Desde esta perspectiva, “Dystopia” propone la eterna reflexión del teatro desde Aristóteles hasta la actualidad. El autor se adentra en las propuestas de Einstein y Stephen Hawking, las teorías de la relatividad y los agujeros negros desde el plano filosófico y social. Los recuerdos sobre los recuerdos, y estos recuerdos sobre otros recuerdos –hasta el infinito–, es la confusión o la confluecia entre lo que ha sucedido, el futuro y la realidad.

La mente humana encierra una complejidad sublime que hace que analicemos todo aquello que no podemos comprender. En el montaje de Juan Pablo Mendiola, «Dystopia», el protagonista cree que la vida en la que está inmerso no es más que una realidad paralela a otra existencia que discurre de forma completamente distinta. O no; o tal vez haya puntos en común entre una y otra, y él se encuentra atrapado justo en ese lugar en el que es incapaz de discernir qué momentos son reales y cuáles han sido modificados por su memoria.

(...)A través del video mapping (de Manuel Conde) por ejemplo, se le da cuerpo al espacio o; todo lo contrario, se le despoja de cualquier atisbo de lógica. También las imágenes de vídeo en directo (las escenas del viaje en coche, por ejemplo) aportan al montaje la sensación de estar asistiendo a una doble realidad. Cristina Fernández y Angel Fígols están maravillosos y se desenvuelven con igual acierto en los diferentes lenguajes planteados en escena. Hay ocasiones en las que, a través de la danza (las coreografías son de Fernández), realmente se transforman en otra persona. Una propuesta más que su- gerente que desafía a la racionalidad del espectador.

Vanesa Martínez Montesinos
(afandeplan.com)

A través de la dramaturgia, la tecnología, la danza y unos recursos intencionadamente cinematográficos, nos adentran en un bucle donde el protagonista trata de construir una realidad ideal, creyendo que esto es tan fácil como rebobinar una cinta y grabar encima en un nuevo intento. […] Esta distopía no habla de las consecuencias de proyectar sociedades utópicas, sino de la construcción del futuro de un individuo que trata de reparar un presente hecho pedazos.

El uso que el director hace de la tecnología es excepcional porque su prioridad no es que visualmente sea toda una experiencia -que lo es-, sino porque hace de ella una potente herramienta al servicio de la creatividad y de la emoción. Mendiola consigue integrar esos recursos como una parte más -muy destacable- de esa amalgama deliciosamente desordenada y sin puntos cardinales que es su texto. Y la sensación que queda al final es la de que el director ha sabido elegir muy bien qué contar con palabras, qué contar con el cuerpo y qué contar con el apoyo de la tecnología. Voy a insistir y lo voy a decir otra vez: el uso del vídeo mapping en Dystopia es impresionante, visualmente y narrativamente.

J. Vicente Peiró
(Las Provincias)

Cristina Fernández y Àngel Fígols con sus gestos, con sus palabras, con su movimiento, con su canto, más la ayuda de Damián Sánchez (música y espacio sonoro) y Manuel Conde (iluminación y video mapping) van construyendo un laberinto (o varios) de recuerdos, de emociones, de sensaciones; un mundo de sueños y deseos fragmentado, de inconcreciones, de dudas, de reiteraciones, de desvíos inseguros, que concluyen en una meta imprevista. Pero mejor no revelemos el sorpresivo final.

Cuando Àngel Fígols y Cristina Fernández salen al escenario, la fuerza magnética del primer encuentro de los personajes de esta distopía empieza a envolver al público, desde muy pronto, como en una espiral, para atraernos a la ficción del contacto físico y mental de los ambientes emocionales de estos personajes. Desde ese momento, el relato se teje e interpreta con paradojas convergentes y divergentes a través de los recursos de la palabra, danza, luz, música, objetos, vestuario, live cinema y vídeo mapping, para que sintamos los diferentes estados emocionales en la piel y huesos como una verdad escénica.

La dramaturgia y dirección de Juan Pablo Mendiola es sincrética, como no podía ser de otra forma para afrontar la comunicación entre tan diversos lenguajes artísticos, aunque para él puede que sea esta complejidad el hábitat natural a partir del cual ofrecernos su teatro, y lo digo por su amplia formación como actor, autor, director y dominio de la iluminación y tecnología en la creación escénica, un terreno que transita como pocos.

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